Por: Mg. Melisa Centurión*
Hace algunos años, la posibilidad de una fractura de la Unión Europea parecía algo impensable. La fortaleza que demostraba el único sistema de integración que se había conformado como unión económica y monetaria se mostraba como un ejemplo a seguir para aquellos que buscaran establecer vínculos de este tipo. Desde el Mercosur se planteaba la necesidad de construir instituciones y políticas de largo plazo, al estilo de la Unión Europea.
Pero además, la Unión era un símbolo de bienestar y de protección. Ser ciudadano europeo era un sueño a alcanzar por muchos fuera de las fronteras, y ser miembro de este sistema de integración era el objetivo de muchos Estados.
Como planteó el sociólogo Ulrich Beck en “La Europa Cosmopolita” la Unión Europea podía definirse como un imperio, pero del cual todos quieren ser parte. Y entre los escenarios futuros que podría tener, Beck planteó que la desintegración era una opción, y lo hizo en un momento en el que nadie se atrevía siguiera a pensarlo.
La historia del mundo es la historia de naciones e imperios que prosperaron y luego se redujeron a polvo. Algunos de ellos declinaron lentamente antes de sucumbir. Otros sufrieron destrucción o cautiverio repentinamente. ¿Nos enfrentamos al final del imperio europeo?
El periodista Thierry Meyssan afirmaba, poco tiempo después de que se celebrara el referéndum que definió el Brexit, que para cuando Gran Bretaña se retirara de la Unión Europea, ya no habría de donde irse. Su planteo apuntaba al desgaste que produciría el proceso de salida, y a la debilidad que ya se comenzaba a visualizar.
El origen está en la crisis económica y financiera que atravesó Europa a partir del año 2009 y que demostró que lo que se mostraba como una unión económica sin fisuras, en realidad era un espejismo, sostenido con deuda pública y el ocultamiento de que, a ciencia cierta, muy pocos lograban cumplir con los criterios de convergencia de Maastricht.
Por otra parte, el impacto social fue enorme. Las tasas de desempleo crecieron de forma exponencial, afectando profundamente a los jóvenes.
Aquellos que salieron a las calles, en España como indignados, en París, en Londres, reclamando por un sistema que decidía salvar a los bancos e instituciones financieras, y abandonaba a la sociedad. Mientras se reducía el gasto en salud y educación, mientras muchos perdían sus viviendas y sus empleos, los gobiernos aprobaban multimillonarios rescates financieros que debían pagar todos los contribuyentes, pero que no les generaban ningún beneficio.
Allí comenzó a visualizarse la pérdida de representatividad política e institucional que hoy nos lleva a ver conflictos permanentes en la Unión Europea. Porque no es Merkel o Macron, no son Vox y Alternativa por Alemania el problema que afecta a los europeos. La problemática central que la última década marcó el escenario político es que los Estados ya no ofrecen respuestas.
La crisis atraviesa a los partidos políticos, a las estructuras del estado y a las instituciones de la Unión Europea.
Los liderazgos de Alemania y Francia, históricamente al frente de la unión, están siendo disputados. Ángela Merkel, otrora líder indiscutida de la Unión, no goza hoy del apoyo que supo tener, y tuvo que anunciar su retiro cuando finalice su mandato. Emmanuel Macron ha tenido en los últimos meses conflictos complejos en Francia con los chalecos amarillos y sus desacertadas declaraciones públicas que han menguado su popularidad interna, y su capacidad de proyectar liderazgo regional.
El brexit deja un gusto amargo no sólo para Gran Bretaña. Theresa May no ha sabido a lo largo de los últimos dos años generar un liderazgo interno fuerte que le permita encabezar un proyecto de separación de la Unión Europea. Todos los intentos hasta ahora han sido infructuosos, y la única salida pareciera ser convocar a nuevas elecciones. Desde la Unión Europea le exigen a Gran Bretaña un programa claro, una idea de cuáles serán los pasos a seguir, como condición para una extensión del plazo mayor a la ya aprobada, cuyo vencimiento es el 12 de abril.
El desgaste que ya venían sufriendo los ciudadanos británicos, en los últimos días se evidenció en las manifestaciones de Londres pidiendo por un nuevo referéndum. Es que ya nadie tiene claro qué beneficios va a traer el brexit, pero si tienen claro que estos años, y sobre todo los últimos meses, han generado una incertidumbre tan grande, que todos se vieron perjudicados.
Todos los días aparecen nuevas alternativas a la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea: con acuerdo, sin acuerdo, con fronteras o sin ellas, al estilo de Noruega, sin libre tránsito de personas, con unión aduanera o acuerdo de libre comercio. En definitiva, la historia sin fin del brexit podría llevar a la historia del final de la Unión Europea. ¿Será el comienzo del final del imperio? Sólo el tiempo lo dirá…
*Politóloga. Magíster en Desarrollo Humano. Docente en Relaciones Internacionales. Columnista de Política Internacional en Informe Mundial (sábado 12hs FM96.3) y Punto Club (miércoles 11.30 FM96.3)
Artículos Relacionados
-
Malestar en las escuelas privadas por nueva postergación en Diputados de tratar la “ayuda extraordinaria”
-
Con expectativas positivas para los próximos meses, octubre volvió a marcar una caída en las ventas
-
Por la pandemia, cierran dos reconocidos restaurantes de Mar del Plata
-
Hoteleros marchan en reclamo de la Ley de Emergencia Turística